Esta semana está sucediendo un evento internacional que bien podría considerarse histórico y trascendental, el cual tiene el potencial de impactar el equilibrio de poder internacional, y que tal vez no sepas gran cosa de éste, ya que los medios masivos occidentales no le han dado gran importancia, incluido México; me refiero a la cumbre de los BRICS+ con sede en Kazán, una ciudad oriental de Rusia.
Los BRICS pueden comprenderse como un grupo de países emergentes compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, cuyo objetivo principal es promover la cooperación económica, política y cultural entre sus miembros. De ahí se desprende que son un bloque político-económico cuyos intereses abarcan la economía, las finanzas y la geopolítica.
Durante la cumbre de los BRICS en 2023, celebrada en Sudáfrica, se discutió formalmente la expansión del grupo, es así como se confirmó la invitación para la incorporación de nuevos miembros en 2024, éstos fueron: Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. De éstos, Argentina declinó y Arabia Saudita se encuentra con dudas, pero participando, los otros miembros ya forman parte, por lo que tal grupo ahora se llama BRICS+. Asimismo, hay una lista de países que han formalizado su intención de formar parte, tal como Turquía, Indonesia, Tailandia, Venezuela, Bolivia o Cuba.
Y aunque aún no termina la cumbre en Kazán, ya se han anunciado diversos objetivos y acuerdos, especialmente con la intención de crear un sistema de pagos internacionales alternativo a Estados Unidos y Occidente, el cual no esté basado en el dólar, sino en monedas nacionales, así como en una canasta de bienes como hidrocarburos, trigo u oro. Dicho sistema estaría basado en tecnologías digitales como Blockchain y correría a cargo de los bancos nacionales de cada país.
En este punto alguien podría llegar a conclusiones apresuradas como la caída del dólar, el fin repentino de la hegemonía estadounidense y occidental, así como el fin de sistemas internacionales como el SWIFT, el internet o el propio ciberespacio. Sin embargo, la historia y la realidad nos dicen que todo proceso de cambio internacional lleva tiempo en materializarse; piénsese qué pasó con Grecia y Roma, aun cuando éstos últimos habían logrado la victoria, la influencia de Grecia se mantuvo por mucho tiempo, ya sea en la cultura, la filosofía, las leyes o la religión. Además, la capacidad hegemónica occidental aún sigue presente y funcional en áreas como la cultura, los medios masivos, las finanzas, el internet o el ciberespacio. Por tanto, la pregunta no sería un absoluto ¿qué y cuándo?, sino más bien un ¿cómo y en qué grado?
Es posible observar que para varios países que pertenecen o aspiran a pertenecer al BRICS+ el objetivo no es crear un sistema alternativo para eliminar al Occidente, sino que se busca blindar a sus países de sanciones y guerras económicas por medio de un sistema propio o afín a los intereses y necesidades de países no alineados a Occidente, especialmente a EUA. Además, se explora promover el desarrollo económico nacional por medio de la inversión en infraestructuras, industrias o el sector tecnológico nacional. Entre las razones detrás podemos encontrar el querer aliviar los efectos de las sanciones occidentales, querer fomentar y diversificar sus economías o una apuesta geopolítica y geoeconómica a mediano o largo plazo.
Sin embargo, una parte importante de los miembros de los BRICS+, incluidos miembros originales, no tienen como intención romper con Occidente, sino al contrario, beneficiarse de la interoperabilidad e interdependencia entre economías y sistemas tecno-financieros, pero alejados de los riesgos que significan el comerciar en un entorno controlado totalmente por Estados Unidos y Occidente, ya que tal como lo demostraron las sanciones económicas e incautación de capital ruso o la hipocresía y rompimiento de los valores occidentales a manos de Israel y sus acciones en Gaza y Líbano; Occidente no es un actor confiable, ¿y qué sería del mundo de las finanzas sin la confianza? Empero, a nadie le conviene romper completamente entre economías y sistemas tecno-financieros debido a los beneficios y al nivel de integración, con un énfasis en la tecnología y la ciencia.
En el caso de la tecnología y la ciencia, pese a que China ha logrado un gran avance en diversas áreas, ésta aún depende fuertemente de Occidente y viceversa y, tal como lo demuestran proyectos como la Ruta de la Seda; Pekín no tiene la intención de romper con Occidente, sino al contrario, especialmente comercial y financieramente. Asimismo, para diversos países no es aceptable pasar de un dominio tecnológico estadounidense a uno de China, por lo que recurren a un equilibrio en la dependencia comercial entre ambos países o al fomento de industrias tecnológicas nacionales, ya depende de su interés, el cual en muchos casos se reduce a controlar sus asuntos digitales nacionales y mejorar la competitividad de su economía, a diferencia de China, Rusia, Arabia Saudita o Irán, los cuales quieren convertirse en polos de producción tecnológica internacional, regional o local.
En contraparte, Estados Unidos está interesado en bloquear parcialmente el acceso estructural a su sistema tecnológico a países que tienen como objetivo fortalecer sus propias capacidades tecnológicas estructurales y que mantienen un conflicto con ellos, usualmente por no ceñirse a los objetivos e intereses geopolíticos. Todo lo anterior podría traducirse en un futuro en un sistema tecnológico más autónomo, pero a la vez más impredecible y menos interfuncional.
Lo anterior es importante porque el sistema tecnológico será una herramienta para la transformación de los sistemas financiero-económicos; asimismo, la transformación del sistema tecnológico dependerá en gran medida de la satisfacción y seguridad que sus participantes encuentren en tal dependencia sistémica con Estados Unidos y Occidente, así como de su politización; por lo que un alejamiento puede venir principalmente de que el ciberespacio y sus tecnologías sean percibidas como inseguras, ya sea en su estructura o funcionamiento, lo que se traduciría en un rompimiento aún más profundo. Aquí no sólo dependerá de las propias decisiones de los países exportadores de tecnología y servicios tecnológicos, sino también del rumbo que tomen las empresas, las cuales se enfrentarán cada vez más a regulaciones internacionales.
Sin duda, la reunión de los BRICS+ es un paso más en la construcción de un mundo multipolar, un paso bastante decidido, ya que en el largo plazo puede afectar una de las grandes fuentes de hegemonía estadounidense aún en pie como lo es el dólar como moneda de reserva, quedándole otras áreas como la guerra, los medios masivos o algunas estructuras y tecnologías como internet o la comunicación satelital. En este contexto, pese a que el impacto de un internet autónomo no tendrá gran afectación en países en donde el "internet" dominante es la actividad dentro de unas cuantas plataformas, esto no sólo afectará los intereses y capacidades de Estados Unidos y sus empresas, sino que puede abrir la posibilidad a grandes abusos iguales o peores de los que comenten las plataformas centralizadas en manos de empresas extranjeras.