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  • 23 Jan 2025
  • 12:01
  • SPR Informa 6 min

Minucias

Minucias

Por Rodrigo Pérez Olvera

Donald Trump ha entendido muy bien que una gran forma de hacer política es mediante el espectáculo. Desde hace días, antes de tomar protesta, comenzó a empujar la idea de que cambiaría el nombre del Golfo de México a Golfo de América, acto que fue aplaudido por sus seguidores y colaboradores pero que fue respondido a la mañana siguiente con una clase de historia de nuestra presidenta. Allí en la mañanera del pueblo, fue sencillo citar distintas fuentes justificando el nombre del golfo y recordamos que en algun tiempo gran parte del territorio estadounidense fue llamado América Mexicana, “Suena bonito ¿no?”  Expresó la presidenta, haciendo alusión con esa burla a los miles de kilómetros que el imperialismo estadounidense le ha quitado al pueblo de México a lo largo de la historia.

El tema no acabo allí, siguió moviéndose en redes sociales, quiza por el morbo provocado despues de la respuesta valiente y burlona de nuestra presidenta o quiza simplemente por el apoyo que tiene Trump de la oligarquía tecnológica en Silicon Valley. Toda esta polémica puede parecer una minucia para algunas personas, sobre todo, para aquellas que desestiman el poder de las palabras y el peso de lograr un consenso para cambiar nombres, para ellas y ellos la disputa por un nombre es una cortina de humo para distraernos de las múltiples amenazas de aranceles o de la politica migratoria que se implementará. 

Pero llevamos años peleando por cambiar la enunciación de ciertos sucesos y poniendo énfasis en las palabras porque entendemos que en el lenguaje se da una batalla por la hegemonía política, baste recordar algunos ejemplos. En 2021 en el marco de los 500 años de la caída de Tenochtitlan se rebautizó el llamado “Árbol de la Noche Triste” por “Árbol de la Noche Victoriosa”, también la calzada Puente de Alvarado es ahora Calzada México-Tenochtitlan, esto con la finalidad de honrar una interpretación distinta de nuestra historia, no una perspectiva de quienes conquistaron y nombraron todo desde hace muchos años sino la visión de un pueblo que ha resistido desde hace 500 años. 

Otro ejemplo, menos colonial y más reciente, es aquel después de la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como primera presidenta del país, la oposición se obstinaba en llamarla presidente, en un afán absurdo por intentar llevar la contra porque así entienden ser oposición, sólo decir que no; en su toma de protesta Claudia Sheinbaum sentenció que se dice presidenta con A, porque lo que no se nombra no existe, reivindicando la lucha del movimiento feminista contra enunciaciones que invisibilizan el papel de las mujeres. 

Este afán por cambiar el nombre a Golfo de América busca provocar al Gobierno de México que con templanza ha sabido llevar los primeros días del nuevo gobierno en Estados Unidos, pero en esa provocación se asoma el proyecto ideológico que siempre ha tenido esa nación: expansionista e imperialista. No son minucias, los nombres importan, sobre todo en la disputa por el sentido común que tenemos desde hace algunos años.