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  • 26 May 2022
  • 11:05
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Cecilia Monzón.

Cecilia Monzón.

Por Esperanza Luna Barrios undefined undefined

“Cada vez que una mujer muestra firmeza en sus argumentos y seguridad en sí misma es acusada de demasiada vehemencia, de soberbia y de atacar a los demás. Nosotras siempre tenemos que debatir flojito, sin molestar” Magadalena Proust.

Cecilia Monzón, una gran abogada poblana, fue asesinada vilmente el pasado 21 de mayo. Seguramente, hemos escuchado que fue una destacada defensora de los derechos humanos y de mujeres en situaciones de extrema violencia. Pero, es poco probable que hayamos escuchado que fue una disruptiva abogada que hacía “lo que realmente un buen jurista hace”: no ser indiferente al dolor ajeno y las circunstancias ajenas. 

En su biografía, podemos apreciar que siempre le agradó participar activamente en voluntariados con organizaciones juveniles reconocidas a nivel nacional e internacional como Kybernus y Rotaract Club. Desde joven, destacó como una mujer activista y con gran interés en la política, de tal forma que el PRI (Partido Revolucionario Institucional) le dio el apoyo para fungir diferentes cargos como Consejera Política Municipal y Estatal, Coordinadora de Promoción al voto, Secretaria de Organización al Frente Juvenil entre otros cargos de liderazgo. 

Imagen. Twitter
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Al igual que muchas mujeres líderes, siempre se mostró insurrecta a la corrupción y al sistema que promueve la impunidad y la marginalidad jurídica. Podría decirse que cumplía a la perfección con la frase de Rosa Luxmeburgo, “Lo más revolucionario que una persona puede hacer es decir en voz alta lo que realmente está ocurriendo”. Pero, lamentablemente en México, alzar la voz es un acto de traición que te puede costar el trabajo o la vida. 

El asesinato de Cecilia Monzón es uno que se agrega a la lista de impunidad moral que tenemos como sociedad. Es una mujer más que murió por desafiar al sistema y que no fue apoyada por quien debía defenderla. Cargamos con muchas muertes como sociedad al permitir que unos cuantos defiendan los derechos de todos. En realidad, todxs deberíamos ser activistas y no sólo las personas que perseguimos el sueño de poder seguir con nuestra vocación de servicio al país y de lealtad a la transformación del mismo. 

No podemos promover un derecho a la verdad y a la información cuando hay más de 153 periodistas asesinados desde el 2000. Mucho menos podemos incentivar una genuina participación ciudadana cuando han matado a 50 activistas entre el 2019 y el 2020. ¿Qué futuro de “esperanza” estamos dejando nosotros como jóvenes a las futuras generaciones? ¿Qué presente estamos fortaleciendo si somos apáticos con la situación del semejante? Sólo nos espera un camino desolador y lleno de hipocresías. Seamos esa ficha que sí alza la voz y que impide el “eterno retorno” se repita una y otra vez. 

Busquemos ser esa opción que nos evite “elegir entre lo mismo y lo mismo” para confirmar que, efectivamente, no estamos “condenados” al fracaso.