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  • 23 May 2022
  • 10:05
  • SPR Informa 6 min

De Sartrecillo Valiente a Escudero de Bolsonaro

De Sartrecillo Valiente a Escudero de Bolsonaro

Por Ezra Alcazar .

Hay días en los que me siento mal por enojarme con algunos de mis mayores. Afortunadamente no son ni los más cercanos, ni los más mayores. Solo son más mayores que yo, algunos perdidos en sus cuarentas o jóvenes cincuenta que después de discutir por horas recurren a la trampa de la edad para decir que no estoy capacitado para opinar, que me falta crecer o hacerme de responsabilidades (casi siempre culpan a la procreación) para entender ciertas dinámicas. Esas dinámicas “responsables” las he descubierto como ejercicios reaccionarios y conservadores adquiridos por la falta de espíritu antagonista o porque simplemente se han cansado. Una justificación más. No se entienda que utilizo este espacio para echar de cabeza a algunos de mis amigos y amigas, simplemente los menciono por cariño y con ternura pues creen que han perdido la batalla y no lo intentan más. Sostengo que es un error suponer que la edad, a los humanos, nos hace reaccionarios. 

Tengo la firme creencia que para mejorar la sangre y la especie hay que leer mucho, que buenos y malos hay entre lectores y no lectores, pero que si son lectores nos sale más fácil el sentido común, y lo común del sentido debería de ser lo igualitario, la búsqueda de un bienestar mayor y para más personas. En esa línea hay un escritor que siempre me ha acompañado, un escritor que al menos puedo decir, me formó. Obviamente no soy el único, pero ahora que los discursos a bocajarro me alejan tanto de él, no puedo evitar hablar. Podría llamarlo de muchas maneras, Lituma, Albertito, Varguitas, Marito, Don Rigoberto, Fonchito, Zavalita, Alfonsito, El hablador, El escribidor; pero de todos esos me gusta en especial uno de su juventud, El Sartrecillo Valiente. 

Corría el año 53 cuando Mario Vargas Llosa entró a la universidad. El Perú estaba inmerso en una dictadura militar, la censura era muy estricta, los partidos políticos estaban prohibidos y la simple noción de política tenía una connotación delictiva. En ese ambiente, la universidad era un espacio de resistencia para los estudiantes con cierta noción cívica. En ese contexto las ideas de Sartre exaltaban al joven Vargas Llosa que lo citaba a la menor provocación, a la vez que cocinaba en su interior familiar y político una novela tan poderosa como La ciudad y los perros. Parecía que Sartre le hablaba directamente, le recordaba que las palabras son actos políticos y que la literatura era un instrumento de combate. La literatura como una manera de intervenir en la vida cívica y social, a través de los poemas o novelas, donde uno puede modificar la historia y crear consciencia en los lectores. Ese joven Vargas Llosa estaba convencido de que un escritor a la hora de tomar la pluma está obligado a ser responsable porque las palabras repercuten en la vida de los lectores. Si la literatura era como Sartre le había enseñado, escribir era contribuir al cambio, una forma de resistir a la dictadura y combatir la injusticia; y Mario Vargas Llosa lo consiguió. 

El ataque por parte de la dictadura peruana hacia La ciudad y los perros llegó al extremo de quemar dicha novela en plazas públicas, pero los militares nunca esperaron que eso fuera una catapulta para que la novela se extendiera más y por más países. Además de cargar con el Premio  Biblioteca Breve, contó con las ansias lectoras de un enorme público juvenil en toda América Latina y se convirtió al poco tiempo en una novela de éxito, en un long seller que a mi parecer ha sobrevivido al tiempo; no hay joven o adulto progresista que pueda resistirse a sus páginas. La vida en el colegio militar Leoncio Prado que cuenta la novela, la misma que vivió el joven Mario Vargas Llosa, causa adicción, empatía, enojo y un fuerte sentido anti militarista y anti autoritario. 

Las novelas siguientes no son menores ni menos fuertes; La casa verde fascina de inmediato en esa revolución de tiempos y narradores entre gallinazos y dulces alucinaciones; Conversación en la catedral, la favorita de muchos, retrata perfectamente al Perú deshecho por la dictadura de Odría y nos presenta como personaje a ese Sartrecillo Valiente; Pantaléon y las visitadoras, La fiesta del Chivo… y así podría seguir por varios párrafos más hasta la reciente Tiempos recios sobre Guatemala y la United Fruit. 

Hasta aquí El Sartrecillo, tan valiente y combatiente, sin páginas de más ni de menos. Pocas novelas caen, pocas dejan el espíritu antagonista y combatiente que le puso el mote por allá del 53, hasta que ahora, años más tarde, convirtióse en escudero de Jair Bolsonaro al declarar hace una semana en Montevideo “Entre Bolsonaro, con payasadas, y Lula, prefiero a Bolsonaro”, argumentando como solo un soldado de las petroleras podría hacerlo. Se nos venía avisando cuando Vargas Llosa pasó de la portada de los suplementos culturales a la del Hola. 

¿En qué momento se jodió Vargas Llosa, Sartrecillo? Me resisto a creer que es la edad la que nos va haciendo reaccionarios, supongo que es la comodidad de las alfombras rojas, del oropel y el dinero, las buenas conciencias que siempre llevan la línea del poder y la oligarquía. 

Admiro a Vargas Llosa como a mis amigos y amigas que han perdido el entusiasmo antagonista, esos que se han ablandado con los años, el dinero y el cansancio; y confío en que otros leamos a Vargas Llosa y a nuestro al rededor para no caer en la trampa del neoliberalismo que convirtió al Sartrecillo Valiente en el Escudero de Bolsonaro.