El bluf de Musk del billón de dólares para enfrentar a China en la carrera de la tecnología

La aprobación del paquete de compensación de casi un billón de dólares para Elon Musk por parte de los accionistas de Tesla aprobada el 6 de noviembre, condicionado a metas como una valoración de 8.5 billones de dólares de Tesla y la venta de un millón de robots Optimus, que aún están en desarrollo, y 10 millones de suscripciones al software de conducción autónoma, puede leerse como un bluf estratégico; una maniobra de especulación para capitalizar masivamente la empresa en una carrera tecnológica que Musk enfrenta en al menos cuatro frentes contra China, las redes sociales, los vehículos eléctricos, el espacio y, de forma más crítica, la Inteligencia Artificial.

El paquete compensatorio para Elon Musk no puede entenderse sin el contexto de las alarmantes declaraciones de Jensen Huang, CEO de NVIDIA, quien el pasado 5 de noviembre aseguró que China "ganará la carrera de la IA" y en el desarrollo de esta tecnología está a "nanosegundos" de Estados Unidos.

Huang también agregó críticas a las políticas restrictivas de la administración Trump, las cuales han impedido a NVIDIA vender sus chips más avanzados a China, un mercado que representaba el 95% de las ventas de la empresa. Estas políticas que lejos de frenar a Beijing, han forzado al gigante asiático a acelerar su propia industria de semiconductores y su desarrollo de IA, logrando una peligrosa autosuficiencia y ahorcando los ingresos económicos de las empresas estadounidenses.

Mientras Trump apuesta por las sanciones, China ha implementado un nuevo programa que ofrece a sus gigantes tecnológicos subsidios de hasta el 50% en los costos de electricidad para los centros de datos, reduciendo drásticamente el costo operativo de entrenar modelos de IA a gran escala. Además, ofrece súper deducciones de hasta el 100% a los costos de investigación y desarrollo, préstamos de bajo interés, entre otros apoyos a la industria.

En este escenario, Musk se encuentra en una posición vulnerable, mientras sus gigafábricas de Tesla en China dependen del favor de Beijing, sus competidores chinos, como BYD, crecen exponencialmente con apoyo estatal. SpaceX compite directamente con el programa espacial chino, que avanza a un ritmo militar; y su empresa xAI, junto con el desarrollo de Optimus y la conducción autónoma en Tesla, compite contra el esfuerzo nacional chino.

Si Musk y Silicon Valley pretenden medianamente competir contra China necesitan una gigantesca inyección de capital, para financiar una carrera que el gobierno de Estados Unidos gestionó de forma errática desde el principio.

El verdadero premio de esta carrera no es simplemente una IA más eficiente; es el desarrollo de la Inteligencia Artificial General (AGI). La tecnología que hoy utilizamos con ChatGPT o Gemini son conocidas como IA Estrecha, un sistema que dedicado a una tarea específica, traducir un texto, generar imágenes o la conducción autónoma. La IA General (AGI), en cambio, es un sistema que en teoría, tendría la capacidad de entender, aprender y aplicar conocimiento en cualquier tarea o dominio que un ser humano pueda realizar.

La primera potencia o empresa que logre desarrollar una AGI funcional obtendría, teóricamente, una ventaja inalcanzable. Esta superinteligencia podría resolver problemas hoy irresolubles en segundos, desde la cura de enfermedades hasta el diseño de nuevos materiales o estrategias militares, creando un salto tecnológico tan grande que dejaría al resto del mundo obsoleto al instante.

El paquete de un billón de dólares de Tesla no es un pago por el desempeño pasado de Musk. Es una apuesta de guerra. Es un bluf diseñado para convencer a los mercados de que Tesla, y otras empresas de Musk, son la única entidad en Occidente capaz de ganar la carrera de la tecnología a China.