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  • 01 Oct 2025
  • 16:10
  • SPR Informa 6 min

Bad Bunny ¿Touchdown latino o jugada mediática?

Bad Bunny ¿Touchdown latino o jugada mediática?

Por Enrique Cárdenas

El anuncio de la presentación de Bad Bunny en el medio tiempo del Super Bowl LX representa para muchos el triunfo de la comunidad latina en el que probablemente es el evento mediático más importante de Estados Unidos. Sin embargo, es imposible dejar de lado que la misma NFL ha protagonizado pasajes críticos en los últimos años, como cuando en 2017 el mariscal de campo Colin Kaepernick fue vetado de por vida de la liga por arrodillarse durante el himno en protesta contra la violencia policial hacia personas afrodescendientes en el país. Esto nos deja un cuestionamiento muy importante: ¿estamos ante la evolución social de una de las marcas más representativas de la cultura estadounidense, o simplemente es un acto que responde a la rentabilidad política?

Para responder a este cuestionamiento primero debemos entender que la NFL no es solo un deporte; es, en gran medida, un símbolo de la cultura estadounidense y el medio tiempo del Super Bowl el evento mediático estadounidense por excelencia. El hecho de colocar a un artista que declaró que no incluyó a Estados Unidos en su tour por miedo a que el ICE detuviera a migrantes en los recintos nos obliga a analizar si realmente se trata de un movimiento en apoyo a la comunidad o si solo lo hacen por conveniencia.

La figura de Bad Bunny no puede separarse de su postura política y su activismo cultural. En su video musical de la canción “Nueva York”, el artista no solo denunció las desigualdades sociales y la violencia policial, sino que también dejó claro su rechazo al trumpismo y a las políticas de inmigración que afectan a latinos en Estados Unidos. Esta declaración adquiere un significado adicional si se considera que Donald Trump asistió por primera vez a un Super Bowl apenas el año pasado, consolidando la relación simbólica de la liga con su figura y sus valores conservadores. Ahora, con Bad Bunny en el medio tiempo, la NFL nos deja un cuestionamiento más: ¿Se presentará el republicano en el Levi’s Stadium de Santa Clara, California, el próximo 8 de febrero?

El caso de Kaepernick ocurrió justo durante la primera administración de Trump, cuando el presidente presionaba públicamente a los dueños de la NFL para que sancionaran a los jugadores que se arrodillaran durante el himno. La liga no dudó en marginar al quarterback, enviando un mensaje claro: la obediencia a la narrativa nacionalista y al poder político estaba por encima de cualquier protesta social. Hoy, apenas seis años después, la NFL coloca en su escenario central a un artista que no solo ha criticado a Trump, sino que ha denunciado públicamente las políticas de inmigración que afectan a millones de latinos.

Pero no todo es control corporativo o cálculo político: los fanáticos también juegan un papel. La cultura del “soy superior” está presente tanto en el deporte como en la música. Un ejemplo reciente: la última vez que la NFL visitó México, el público abucheó a Grupo Firme, considerándolos “no lo suficientemente a su altura” para el escenario. Este tipo de actitudes revela un elitismo que va más allá de la calidad artística: refleja la obsesión por validar la identidad propia a costa de despreciar otras manifestaciones culturales. En ese sentido, la llegada de Bad Bunny al medio tiempo no solo desafía a la liga, sino también a un público acostumbrado a medir la relevancia cultural según criterios estrechos y excluyentes.

No obstante, la pregunta persiste: ¿se trata de un verdadero cambio de valores o de una maniobra de mercadotecnia cuidadosamente calculada? La respuesta probablemente se encuentra en ambos factores. La liga sabe que su relevancia depende de captar audiencias diversas; el Super Bowl no es solo un juego, es un espectáculo que alcanza más de 120 millones de espectadores en Estados Unidos y más de 200 millones en todo el mundo. Cada decisión que toma la NFL tiene un eco global, y en este contexto, Bad Bunny representa tanto la visibilización de una comunidad como un movimiento estratégico para mantener su hegemonía mediática.

Al final, lo que importa no es solo si la NFL cambia por convicción, sino que su escenario más icónico refleja la tensión política y social de nuestra época. Que un artista abiertamente crítico de Trump ocupe el medio tiempo no es un gesto menor: es un recordatorio de que la cultura popular sigue siendo un campo de batalla, donde los mensajes políticos, la economía del espectáculo y la representación de las comunidades conviven, a veces de manera contradictoria, pero siempre con impacto.