En la pasada Asamblea General de las Naciones Unidas, ONU, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump lanzó un discurso que rompió con todo molde de la diplomacia. En un autoelogio constante, sugirió que su labor como mandatario es más relevante que la de las Naciones Unidas, que incluso ha logrado acabar con 7 guerras en el mundo, que tiene un plan para Gaza, una solución para el conflicto entre Rusia y Ucrania y que, aunque no lo busca, merecería el premio Nobel de la paz.
Su discurso estaba hecho para un mitin de simpatizantes, como si diera parte de un informe ante la nación. Así, con esa postura arengó contra el cambio climático, un invento, un mito, insistió, mientras defendía al “hermoso y limpio carbón” y elogiaba el nuevo uso de energía nuclear y de combustibles fósiles a la par que declaraba que “todo lo verde está en bancarrota”.
Insistió en que la migración es un problema que afecta a Europa y otras partes del mundo pero que él ha logrado frenar con “políticas contundentes” que evitan, a su juicio, que Estados Unidos, a diferencia de Reino Unido, “se vaya al infierno”. Llamó a acabar con las fronteras abiertas y culpó a la ONU de propiciar que “oleadas de migrantes crucen ilegalmente a Estados Unidos”.
Sobre Gaza, anticipó el plan que presentó esta semana. Prácticamente, se trata de una cesión de derechos a Estados Unidos para supervisar la paz en la región. Un desarme de Hamas, el regreso de los rehenes, vivos o muertos, la liberación de presos palestinos, el retiro paulatino de las tropas israelíes y la instalación de un gobierno de técnicos supervisado por una instancia global que estará presidida por Trump y en la que participarían personajes como el ex primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, que permita una transición de la Autoridad Palestina hacia un Estado.
El reconocimiento gradual del Estado Palestino por cierto, no parece una concesión a los países que así lo han reconocido, sino una crítica llana a éstos por dar “un premio a Hamas” sin atender “otros temas urgentes”.
Trump dio un espaldarazo al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien tuvo que dar su discurso ante filas de delegados que abandonaron el recinto de la asamblea de naciones en clara oposición a su política de genocidio en Gaza.
66 mil muertos después, Trump asegura que la paz está cerca si las partes aceptan su plan y, por ende, su guía.
La figura de Trump contrasta con la de otros líderes, uno fue Gustavo Petro que se ha enfrentado verbalmente a la administración Trump. Petro encabezó un mitin pro-Palestina en las calles de Nueva York junto con el músico de Pink Floyd, Roger Waters donde llamó a los soldados estadounidenses desobedecer a su presidente. Después, durante la Asamblea de Naciones Unidas propuso enviar a Gaza una fuerza militar mundial que garantice se detenga el genocidio contra el pueblo palestino, “una fuerza armada para defender la vida del pueblo palestino”.
Esto, mientras acusaba al presidente Trump de ser cómplice de ello porque, el mandatario estadounidense, aseguró Petro, “se hace cómplice del genocidio, porque es genocidio y hay que gritarlo una y otra vez”.
Durante su beligerante estancia en Nueva York, Petro fue informado que su visa le sería retirada. Una estrategia que recuerda a la de Bill Clinton contra Ernesto Samper y que, también se da en momentos previos a las elecciones presidenciales en Colombia.
Entre Petro y Trump, el presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva animaba a disuadir al mundo del imperialismo de Trump. Asegurando que el mundo será cada vez más multipolar porque solamente así se podrá lograr la paz. Lula indicó que el orden mundial no tiene un solo mandatario y remató señalando que “el derecho internacional humanitario y el mito de la superioridad ética de Occidente están sepultados bajo toneladas de escombros”.
Lula, reconoció a Palestina y denunció el genocidio en Gaza, extendió la mano a Trump en espera de una reunión sin fecha ni hora y que se ha venido postergando desde la imposición de aranceles a Brasil por parte de Estados Unidos, más que por un tema comercial por una demostración de apoyo al expresidente Jair Bolsonaro, amigo de Trump, que fue sentenciado a 27 años de prisión por intento de golpe de estado.
Ante la cerrazón de Trump, Lula propone cooperación en un mundo que no obstante sigue dependiendo de la hegemonía norteamericana.
Una figura ausente en la asamblea de la ONU fue la presidenta Claudia Sheinbaum. No obstante, ante las participaciones de los mandatarios, algunos editorialistas la han traído a la luz como un contraste en este nuevo orden mundial.
Y es que la mandataria mexicana ha logrado establecer un dialogo con Donald Trump en medio de las presiones sobre seguridad, migración y comercio.
La presidenta de México Claudia Sheinbaum logró una tregua de noventa días y señaló que esta fue producto del entendimiento y cooperación entre México y Estados Unidos. A la par, ha mantenido un discurso de defensa de la soberanía que resulta bandera de la negociación con su homólogo norteamericano, la no sumisión.
Trump elogió la negociación con México, pero aseguró que fue bajo las premisas que planteó su gobierno. El mandatario norteamericano adjudicó que lo que se negoció es porque se garantiza el combate al fentanilo y a que los automóviles mexicanos pagarán un arancel del 25% y otros productos como el cobre, el acero y el aluminio podrían pagar un arancel del 50% como parte del periodo de negociación.
No obstante, este discurso de Trump, la mandataria mexicana ha logrado mantener un equilibrio en el ejercicio de su relación con el gobierno de Estados Unidos: ha sido una mezcla entre el pragmatismo que caracterizó a Andrés Manuel López Obrador durante su gestión de gobierno frente al vecino del norte y un sello propio, el de una presidenta que dirige el barco con sobriedad y rumbo en tiempos convulsos, en que las formas de la dependencia se están condicionando a estos nuevos tiempos.
El gobierno de México sabe que tiene una posición privilegiada frente a Estados Unidos, pues sus productos sin aranceles son de alrededor del 85%, mientras que otros países tienen mayores pagos de las tarifas comerciales. Con esa ventaja, Sheinbaum ha jugado una carta que apuesta a mantener la soberanía y la economía en tiempos de un nuevo imperialismo proteccionista, lo que defino como una manera de ser de Estados Unidos en el mundo, donde Trump ha abierto la puerta para un orden mundial que dependa de su capricho.
La mandataria mexicana después de un año de gobierno -tema que habrá que analizar con más detalle-, ha mantenido una apuesta por el bienestar como parte de una continuidad y también de un cambio. La presidenta es una voz que no se manifestó en Nueva York pero que se escucha en el mundo.