Por Pável Argáez
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6 min En las últimas décadas, hemos sido testigos de cómo la formación académica, se convierte en un arma de doble filo en la arena política. La reciente historia electoral de nuestro país es un ejemplo destacado de esta paradoja, donde hipocresía de ciertos sectores políticos queda expuesta ante la luz pública.
Recordemos que, en las elecciones pasadas, Andrés Manuel López Obrador, fue duramente criticado por su falta de títulos académicos, pero demostró ser un líder capaz, con una gestión destacada y un profundo compromiso con su pueblo. A pesar de su formación universitaria modesta, su experiencia y habilidades de liderazgo lo catapultaron hacia el éxito, llevando al país a un período de crecimiento económico y progreso social sin precedentes.
Sin embargo, no faltaron las voces conservadoras que cuestionaron su idoneidad basándose en prejuicios sobre su formación académica. Señalaron su origen humilde y su falta de títulos rimbombantes como evidencia de su supuesta incompetencia, ignorando por completo su dedicación y visión para el desarrollo del país.
Ahora, en el actual escenario político, nos encontramos con una situación irónica. La candidata de la oposición, la señora Bertha Xochitl Galvez Ruiz, respaldada por los mismos sectores conservadores, presenta un perfil que contradice los estándares que ellos mismos establecieron en el pasado. Con un expediente manchado por la corrupción y una formación académica cuestionable, se alza como la opción preferida por aquellos que alguna vez denigraron a un líder por su nivel de educación.
Mientras tanto, la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum Pardo, con una sólida formación académica y una digna trayectoria política, es desestimada por los mismos críticos conservadores que antes demandaban un alto nivel educativo en los líderes políticos. Sus estudios en el extranjero, su posgrado y su doctorado, son desestimados como "irrelevantes" por aquellos que anteriormente argumentaban que la educación formal era un requisito indispensable para gobernar.
Esta hipocresía flagrante evidencia la volatilidad moral y la falta de coherencia en los discursos políticos de la derecha. Más allá de los títulos en papel, es el carácter, la integridad y los resultados de gestión los que deberían guiar nuestra elección de líderes. Es hora de dejar de lado las etiquetas y prejuicios educativos y centrarnos en lo que realmente importa: el bienestar y el progreso de nuestra nación.
En un momento crucial como este, es esencial que los ciudadanos estén alertas ante las manipulaciones y contradicciones en la política. No permitamos que la hipocresía y la doble moral dicten el rumbo de nuestro país. Es momento de tomar decisiones basadas en principios sólidos y valores éticos, más allá de las apariencias y los estereotipos. Es hora de exigir coherencia y honestidad a nuestros líderes políticos, independientemente de su afiliación partidista o su nivel educativo.
La SCJN sirvió a los intereses foráneos por años, particularmente a los de EEUU, lo que se convirtió en un verdadero obstáculo para el desarrollo del país.
La primera prueba de este relevo generacional a cargo de la dirigencia de Morena será la elección intermedia del año 2027, en la que se renovará la Cámara de Diputados y otras gubernaturas.
Una vez más, se encuentra la sombra de las agencias estadounidenses, particularmente la DEA, cuyo rol en la desestabilización del narcotráfico mexicano ha sido constante.
Se ha dicho, una y mil veces, que los jueces actuales no están para politizar sino para dictar el derecho, para cumplir con la ley, para hacer valer la ley, pero ellos mismos violan la ley de Amparo.