El 17 de mayo de 2022, Mykhailo Podolyak, asesor clave de Volodímir Zelenski, anunció oficialmente que las negociaciones entre Ucrania y Rusia en Estambul se habían "suspendido". En ese momento, el presidente Zelenski se levantó de la mesa con una posición de aparente fuerza moral y apoyo occidental inquebrantable. Tres años después, Kiev enfrenta condiciones diametralmente opuestas: una crisis interna de corrupción y un frente militar que se desmorona.
La sociedad ucraniana, agotada tras años de conflicto, manifiesta un creciente descontento impulsado por dos factores críticos: la corrupción y la inseguridad energética.

Entre el 10 y el 12 de noviembre de 2025, la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU) destapó una red de sobornos masiva en la empresa estatal nuclear, a través de la cual altos funcionarios desviaron hasta 100 millones de dólares mediante el cobro de comisiones ilegales del 10-15% a contratistas. Lo más grave es que los funcionarios habrían retrasado deliberadamente la construcción de fortificaciones defensivas para las plantas de energía con el fin de esperar contratos "más rentables" para su bolsillo, dejando la infraestructura expuesta a los misiles rusos.

La incapacidad del gobierno para proteger la infraestructura crítica ha derivado en apagones constantes, documentados recientemente por el diario británico The Guardian durante una entrevista al propio Zelenski que fue interrumpida por un corte de luz, y en un temor generalizado por la desprotección de las centrales nucleares ante el invierno.
Estos casos de corrupción incrementaron la percepción europea de que Kiev es un "pozo sin fondo" financiero, alimentando las críticas de la Unión Europea contra Ucrania por su “corrupción endémica”.
Sin embargo, la desconfianza también crece entre las tropas. Datos de la Fiscalía General revelan que solo en los primeros diez meses de 2025 se abrieron más de 160,000 expedientes por abandono de unidad, una cifra que supera la suma de los dos años anteriores combinados. En octubre, el ritmo de fugas alcanzó un récord crítico, promediando un soldado abandonando su puesto cada dos minutos. Ante la imposibilidad operativa de encarcelar a miles de soldados, la Rada Suprema se vio forzada a aprobar medidas de emergencia que despenalizan la deserción por "primera vez" si el combatiente accede a regresar al frente inmediatamente.
En el terreno militar, la balanza se ha inclinado decisivamente a favor de Moscú. La reciente caída de Pokrovsk significó el quiebre del "centro logístico" ucraniano en el este. Esta victoria ha permitido a Putin asegurar definitivamente el corredor terrestre Rostov-Crimea. Lo que antes era una ruta vulnerable, hoy es una vía logística ferroviaria y carretera blindada, fuera del alcance efectivo de la artillería ucraniana, consolidando el control ruso sobre el Mar de Azov.
Sin las defensas de Pokrovsk, el camino hacia el oeste y el corazón industrial de Ucrania está abierto. La probabilidad de que la ofensiva rusa continúe avanzando en las próximas semanas es alta, con el objetivo estratégico de limpiar toda la orilla este del río Dniéper.

En este escenario de debilidad extrema, se perfila un acuerdo diplomático que Kiev podría verse obligado a firmar. Según filtraciones recientes de Axios, la administración de Donald Trump y el Kremlin han delineado un plan bilateral que contempla:
Para un Zelenski debilitado, acorralado por la corrupción interna y la derrota militar, este plan —que habría sido impensable en 2022— se presenta ahora no como una opción, sino como un hecho consumado dictado por las potencias.