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  • 12 Dec 2022
  • 18:12
  • SPR Informa 6 min

Huertismo trasnochado

Huertismo trasnochado

Por Uziel Medina Mejorada

Los recientes acontecimientos en Perú han despertado en México los más bajos instintos de una oposición cegada por el odio, quedando al desnudo su vocación destructiva de las instituciones que en el dicho defienden y en la práctica mancillan. 

No son pocas las expresiones repelentes que los emisarios del conservadurismo han proferido contra el gobierno de la cuarta transformación y al pueblo que acompaña dicho proyecto de nación que, dicho sea de paso, es mayoritario en el país. Desde quienes se han atrevido a sugerir la intervención de Estados Unidos para deponer a Andrés Manuel López Obrador como presidente, hasta quienes han incitado quemar vivos a los simpatizantes del presidente, el odio ha sido la pauta que dirige el discurso de la oposición.

A los desatinos de personajes como Ferriz de Con y  Moreno Biehl, también se les suman las vesanias de Pagés Llergo Rebollar, quién habiendo conocido la responsabilidad legislativa, sugirió a las fuerzas armadas desobedecer el mando del comandante supremo de las fuerzas armadas; en otras palabras, una invitación al golpismo. 

Con la crisis política en el Perú, que ni entienden ni les preocupa, las voces más extravagantes de la oposición no han perdido oportunidad para proponer símiles tan disímiles entre los acontecimientos entre la nación inca y la mexicana. Sin lograr comprender el contexto, sin siquiera tomar conciencia de que los sistemas políticos peruano y mexicano son tan diferentes, sin siquiera reparar en lo dramática que es la crisis política y el daño que provoca esta inestabilidad al bienestar de la población, se volcaron con toda su inmundicia verbal hacia las redes sociales incitando a replicar el golpismo en México.

El destructivo talante golpista del conservadurismo tiene una envoltura tan frágil, que se vuelve muy fácil provocar sus más bajos instintos, derrochando odio y manifestando sin pudor sus deseos de romper con la estabilidad y aún preferir que al país le vaya mal con tal de poder hurtar la razón que de ninguna manera les asiste. Ya no se puede esconder el huertismo trasnochado, ese impulso sórdido de atentar contra el presidente, electo por la mayoría popular. 

Muchos pseudo analistas han criticado la marcha del 27 de noviembre, señalándola como innecesaria, como capricho, como culto al ego, pero ¿Qué hubiera sido de Dilma, Evo o Zelaya si el pueblo se hubiera movilizado? Pues ya no se puede negar que la derecha no ha de escatimar recursos para torcer la voluntad popular, aun si eso requiere manipular las instituciones e incluso atentar contra la integridad de la vida, como en otros tiempos ya sufrió Latinoamérica. 

Si bien, no se puede negar que la defenestración de Pedro Castillo es producto, entre otras cosas, de sus propios errores y la improvisación, aunado a la persistente crisis política alimentada por un sistema político frágil que ha facilitado deponer presidentes de formas tan absurdas como el uso subjetivo de la calificación de la moral, rotando a cinco presidentes en los últimos seis años, también es cierto que celebrar y promover como éxito democrático que un presidente dure en promedio un año en el cargo es enfermizo, por decir lo menos.

Ya no es extraño que quienes mal utilizaron a las fuerzas armadas, ahora añoren la deslealtad de las fuerzas armadas, y que a la mínima provocación a sus pulsiones se atrevan a desear el desequilibrio del sistema político mexicano solo para hacerse con el poder que el pueblo no les ha conferido. No les gusta que los integrantes de las fuerzas armadas colaboren con su ingeniería en la construcción del desarrollo nacional, pero en sus más grotescas poluciones soporíficas abundan las imágenes de los aplastamientos a los que en otro tiempo habían recurrido contra la población a la que hoy según pretenden convencer, mientras la insultan y escarnecen por haber tomado las urnas para echarles del poder.    

Obcecados por su criminal ignorancia pasan por alto que el actual sistema político se fundó en gran medida por militares que procuraron no perpetuar el caos. Carranza, formado en el seno de una familia militar, fue quien promovió la Constitución. Calles institucionalizó la contienda por el poder. Cárdenas formalizó la sectorización corporativista ¿Cómo pretenden que las fuerzas armadas traicionen el legado de estabilidad política al que contribuyeron?

Esa oposición tuitera, la que desde la impunidad de las redes sociales se atreve a promover la locura entre sus alienados seguidores, desprecia el orden político y no escatimaría recursos para destruir el sistema. Han demostrado una y otra vez que si por ellos fuera, des-gobernarían sobre las cenizas si fuera preciso, con tal de alcanzar el poder para satisfacer sus privilegios. 

Como dijera Salvador Allende al ofrendar su vida por la democracia frente al golpe de Estado: “mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, y esas grandes alamedas ya se abrieron a lo largo de Latinoamérica; en México se han llenado con el júbilo de un pueblo que ha hecho suyo el humanismo mexicano como motor de la transformación. 

Por mucho que los huertistas trasnochados se embriaguen de traicioneras ilusiones, el pueblo de México ha comprobado la pésima calidad de esa oposición moralmente derrotada y no les cederá ni un centímetro de calle, ni tampoco el mínimo margen institucional para que vuelvan a lastimar a esta patria que, tras muchos años de dolor, ha ido conquistando su libertad. 

La transformación no es propósito de un solo hombre, sino la voluntad de todo un pueblo, un pueblo en el que no caben las traiciones, un pueblo que es mucha pieza.