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  • 30 Oct 2024
  • 07:10
  • SPR Informa 6 min

Desquicio regional y desorden global bajo la estrella de David

Desquicio regional y desorden global bajo la estrella de David

Por Uziel Medina Mejorada

Ha transcurrido ya un año desde la ejecución de la operación “inundación de Al-Aqsa” por parte de las milicias de Hamas contra Israel. En consecuencia, ha transcurrido un año de una de las crisis humanitarias más denigrantes para el mundo, la masacre de decenas de miles de palestinos inocentes so pretexto de eliminar a una milicia considerada como terrorista por Israel y Occidente.

La operación bélica emprendida por la autoridad israelí dista mucho de ser una guerra; no hay combate real, solamente civiles desplazados, despojados de sus hogares, desarticulados de sus familias y, muertos por miles.

Benjamin Netanyahu, artífice de la carnicería gazatí, ha encontrado en la campaña militar el boleto a la conveniente dilatación de su defenestración, oxigenando su carrera política con el aliento que le ha arrebatado a más de 42 mil personas en la Franja de Gaza, más de un centenar por día.

En doce meses de operación militar, ni los rehenes capturados por Hamás han sido liberados en su totalidad, ni la milicia sunita de corte yihadista ha sido desarticulada, pero en la desquiciada empresa genocida se ha desatado una apertura de frentes tras la prisa de mostrar algún tipo de resultados hacia la población israelí, dejando de manifiesto la bestialidad del primer ministro israelí, así como una crisis geopolítica en el Medio Oriente sin precedentes, pues esta vez se corre el riesgo de terminar involucrando a potencias que no conviven en la región.

Y es que, mientras en un año Israel no ha podido deshacerse de Hamás y a duras penas supone haber aniquilado a su máximo líder, a pesar de haber devastado por completo Gaza, en apenas unas semanas y a golpe de inteligencia, sí logró guillotinar a otro rival, Hezbolá, sin muchas repercusiones operativos, cabe señalar. Pero, si con tanta facilidad han podido cercenar a la organización extremista libanesa, misma que ha empujado hasta la extenuación al sofisticado sistema de defensa israelí ¿Por qué no han podido hacer lo mismo en cuanto a Hamás? ¿Será que no han querido o de plano se ha caído el mito de que su superioridad militar es capaz de aniquilar en segundos a sus rivales?

Según la ONU, más del 90% de la población de Gaza ha sido desplazada, mientras que alrededor de un millón de libaneses se encuentran en situación de necesidad a partir de los ataques perpetrados por Israel. Estamos hablando de un daño humanitario de casi 3 millones de personas en un solo año, es decir, unas 8 mil personas diarias a las que se les han violado todos sus derechos humanos.

Bajo el pseudo liderazgo de Netanyahu, Israel se ha convertido en una máquina de violentar derechos humanos, llevando el apartheid a una escala industrial no vista desde los albores de la Segunda Guerra Mundial. Resulta paradójico que el pueblo cuya historia como estado nación se sella con el sufrimiento de la estigmatización, la discriminación, la persecución y el genocidio, es hoy copia de aquel régimen nazi capaz de matar a escala industrial bajo excusa de superioridad.

El capricho belicista de “el rey Bibi” conduce al mundo hacia un punto de no retorno dada su inamovible desobediencia al llamado a la prudencia que la comunidad internacional proclama, ya sea por convicción o por falta de remedio. La manera en que se impone el lobby sionista dentro de los poderes políticos y económicos de otros países le ha servido de garantía para poder violentar resoluciones en las propias narices de la asamblea de naciones que existe para contener los impulsos destructivos de los estados.

La inoperancia de las instituciones internacionales frente al genocidio perpetrado en Gaza tiene dos efectos directos en la comunidad global; el primero de ellos es la pérdida de credibilidad entre la sociedad civil que observa la inutilidad del aparato diplomático para frenar la carnicería humana, lo que tarde o temprano puede motivar al estallido social, particularmente en Occidente. El segundo tiene que ver con la decoloración de las líneas rojas en la comunidad internacional, creando vacíos de autoridad que degeneren en más abusos de las naciones fuertes sobre las débiles sin mediación alguna para preservar la paz y salvaguardar la integridad humana.

Esta crisis institucional puede sentar precedentes que conduzcan al mundo hacia la locura; el aumento de las tensiones, tanto en la región como fuera de ella, invita a una escalada regional que cruzaría los límites de la guerra proxy hasta abrir la puerta a una guerra total abierta donde el uso de milicias pasaría a segundo plano con la masificación de ataques dirigidos cuyos objetivos, por omisión o comisión, pasan de la infraestructura militar hasta la población civil.

Una escalada regional auspiciada por la pasividad de Occidente le costará más Occidente que al Oriente convulso, pues quitará de en medio las razones para mantenerse sobrio en la borrachera expansionista, misma que predican preservar. Si el agotamiento de la defensa de Ucrania le está costando caro a Occidente ¿Qué impedimento tendrá China, por ejemplo, de tomar por la fuerza el control de Taiwán? ¿Qué impedirá el crecimiento el patrocinio de milicias rebeldes en territorios convulsos para controlar a otros países?

Mientras la alta esfera política y los intereses lobistas especulan y juegan al ajedrez con las fronteras del mundo, miles de personas pagan con su sangre cada día que transcurre sin un alto al fuego, y bajo el manto del derecho al retorno se gestan probables monstruos que, al margen de las instituciones internacionales, pueden reivindicar derechos sobre el territorio sin importar su legitimidad histórica.

El victimismo característico de la agenda sionista está en su punto más desgastado, no cabe ya más manipulación, la opinión pública rechaza cada vez más el genocidio del sionismo belicista. Con todo, Palestina resiste entre sus escombros, a pesar de la inutilidad de la comunidad internacional institucionalizada y aún de la tibieza de las naciones hermanas; un pueblo que ya no tiene nada que perder se vuelve imposible de doblar.

Por su parte, la estrella de David se convirtió en esvástica La historia ya nos dice cómo acaba ¿Esperará el mundo otro gran holocausto para actuar?