La oposición se ha hundido en un profundo marasmo del que no ha podido despertar desde el tsunami electoral que representó el triunfo electoral del presidente López Obrador y mantiene una retórica que evidentemente defiende causas que no tienen significación alguna para una inmensa mayoría de mexicanas y mexicanos.
La institucionalidad y los aparatos burocráticos de los que los cuadros de la derecha se han constituido como paladines, son estructuras que no han arrojado resultados tangibles, ni mucho menos han contribuido con el fortalecimiento de la relación entre el estado mexicano y los ciudadanos. Lejos de ello, las diversas encuestas y estudios demoscópicos sobre el grado de satisfacción del pueblo mexicano con estas instituciones muestra un claro deterioro.
En 2018, según datos de Latinobarómetro, el 88 por ciento de los mexicanos creía que el país estaba siendo gobernado por unos cuantos grupos de poderosos para su propio beneficio y el 80 por ciento se sentía poco o nada satisfecho con el funcionamiento de la democracia. Del mismo modo, el nivel de confianza de los ciudadanos con su gobierno, con los poderes del estado, incluido el judicial; dan cuenta de una inmensa mayoría de mexicanas y mexicanos que se sienten insatisfechos con la calidad del funcionamiento de estas instancias.
Extasiados por el vértigo neoliberal, la clase política que gobernó al país durante tres décadas se distanció del sentir del pueblo mexicano. Las prioridades de la casta gobernante se centraron en ensamblar un entramado de instancias que alejaron sistemáticamente al gobierno de sus gobernados. Esa brecha ensanchada durante el régimen anterior fue el factor explicativo más significativo de la mayoría conquistada por la Cuarta Transformación en 2018 y que tuvo otro punto de rompimiento el pasado 2 de junio.
En política no hay sorpresas, hay sorprendidos y la mayoría calificada que obtendrá la izquierda en el Congreso de la Unión forma parte de las consecuencias de este distanciamiento con el electorado que la derecha se autoimpuso en el pasado reciente, mismo que se sigue reproduciendo con la repetición ad nauseam de las consignas de defensa a esa pléyade de instituciones superfluas y frívolas.
Tampoco debe sorprender a nadie que esta nueva condición mayoritaria permitirá concretar las reformas constitucionales que este bloque de partidos políticos ofertó durante las campañas electorales, así como darle continuidad y profundizar el programa político del proyecto alternativo de Nación. Sobre advertencia, no hay engaños.