Tercer Grado… de sepultura

En México no todo es Prisión Preventiva Oficiosa (PPO) como lo aseguró Xóchitl Gálvez, candidata de  la coalición Fuerza y Corazón por México, durante el programa de debates Tercer Grado. 

            De hecho, según datos del INEGI del total de la población de los sistemas Penitenciarios, 226 mil 116 personas; sólo el 39% (88185.24 personas) no tienen sentencia. De ese porcentaje de población sin sentencia (el 39%), es el 50% el que se encuentra bajo esa categoría. Es decir, 44, mil personas se mantienen en prisión preventiva oficiosa de las 226 mil que suman el total poblacional del sistema cárceles de nuestro país.

            La categoría es polémica, sí. Resulta injusto que se siga usando en un país que dice velar por los derechos humanos, sí. Podríamos tener una discusión profunda sobre su uso, también. El problema es que no se pudo profundizar debido a que la candidata prefirió exagerar en cadena nacional (y cambiar el tema).  Y así, en un uróboro de descréditos, continuó durante la mayor parte del programa. Sosteniendo su discurso dónde, el verdadero enemigo, es el actual presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y no la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum a quien volvió a llamar Narco Candidata, a pesar, de que su única prueba fue un libro que ella misma comenta que no leyó.

            Sin embargo, no toda la entrevista fue un desperdicio. Detrás de las preguntas, principalmente de dos de los analistas, se esconde la llave de un candado del que Gálvez no había querido hablar. El plan “B” de Xóchitl en caso de que los resultados no le parezcan los indicados. 

La gran duda sigue sin respuesta

            “¿Vas a aceptar el resultado electoral cualquiera que este sea?”, preguntó el conductor principal, René Delgado, al entrevistar a la candidata del frente PRI, PAN y PRD, Xóchitl Gálvez. La respuesta ya la esperaban cientos de comentaristas y columnistas en el país quienes aseguran que, ante la evidente desventaja de la candidata, se vislumbra una posible impugnación del proceso electoral. Sin embargo, su respuesta resultó tan confusa que no podemos llegar a una conclusión.

            Aunque a grandes rasgos la respuesta de Xóchitl es un “no, porque soy una mujer demócrata”, sus participaciones siguientes también dan lugar a la especulación, incluso la respuesta misma, quizás por la calidad de los micrófonos, es difícil de escuchar en un sólo intento. 

            Principalmente porque que en su discurso sobre la supuesta “Elección de Estado”, reconoce un descontento con lo que ella interpreta como legalidad. También porque en repetidas ocasiones menciona que “es el Tribunal Federal Electoral (TFE) quien decide la elección, no el presidente”, dejando tan sólo dos rutas para entender el énfasis con el que lo dice: la primera es que tiene impresión de que los entrevistadores desconocen la ley electoral; o bien, que ella interpreta que el Presidente puede de algún modo interferir con las votaciones.   

            Otra parte de su discurso que permite la interpretación de un rumbo a la impugnación aparece cuando, la candidata, asegura  que no existe “piso parejo”, o cuando menciona que tiene un excelente grupo de abogados; o cuando asegura que no hay condiciones de seguridad para una elección legitima. Es decir, desacredita discursivamente el actual proceso electoral pero, insisto, sus palabras son que respetará los resultados. 

El viejo arte de las respuestas múltiples

Desde mi perspectiva, es precisamente esta falta de claridad la que sepulta a todos los políticos en campaña. Cuando no son capaces de reconocer sus relaciones con otros candidatos y titubean; cuando su lista de promesas de campaña son un absurdo insostenible y no un plan de gobierno; cuando no son capaces de responder un “sí” o un “no” sin agregar un epitafio narrativo. Justo así se pierde una elección. 

            Alguien les hizo creer a los políticos que no responder preguntas de la prensa (luego de aceptar una entrevista), no tiene consecuencias. Sin embargo, es justo así cuando las personas (los votantes que también suelen ser audiencia) saben perfectamente que un político no se quiere comprometer. Y sin compromiso, nadie te confiará su voto. 

            Para mi, aunque puedo equivocarme (siempre será mejor ser historiador que profeta), Xóchitl Gálvez, terminó comprando el ataúd de su carrera a la presidencia, el día que dijo que los mexicanos nos conformamos con muy poco. Pero terminó por comprar sus propios clavos, cuando decidió asistir a Tercer Grado. Cómo podría recuperarse de tremendo des(P)eñadero a menos de 3 semanas del día de la elección.