Cuando hablamos de pesos y contrapesos, podemos imaginar la vida política de nuestro país antes de 2018, donde convergían, más o menos, varios partidos, tanto pequeños como grandes. Existían alrededor de tres corrientes ideológicas: la derecha, el centro y la izquierda. Quiero pensar que eso fue lo que construyó parte del México contemporáneo y la época neoliberal, donde el cambio de modelo y de gobierno vino con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Desde entonces, hemos tenido una oposición muy débil y prácticamente nula, disputándose las pocas cuotas de poder político que quedan en los partidos. Algunos han desaparecido, como el caso del PRD, y otros han crecido marginalmente, como MC.
Si uno analiza las batallas que los partidos de oposición han decidido abanderar, creo que uno de sus mayores éxitos ha sido la creación de la "marea rosa" en lo que ellos llamaron la lucha de la sociedad civil organizada contra el gobierno de la 4T. Sin embargo, lejos de fortalecer ese esfuerzo, ellos mismos se han puesto el pie una y otra vez. Ejemplos de esto son el PRI, que se ha desmoronado hasta casi no existir, expulsando a muchos de sus miembros más representativos históricamente; el PAN, que lucha por una definición ideológica y no sabe si abrirse más al público y dejar de ser un partido de cúpula; y MC, que busca alianzas desesperadas con actores políticos para ejercer poder. En medio de esta débil oposición, ha surgido una nueva oposición.
Si hay algo que difícilmente un presidente puede controlar, son los factores externos al país. Esto es especialmente cierto en el caso del presidente López Obrador, quien se ha posicionado principalmente con una política exterior de respeto a la libertad de los pueblos y gobiernos extranjeros. En ese contexto, los llamados "mercados", entre comillas, no buscan lo mejor para las sociedades, sino maximizar sus rentas y conseguir mejores rendimientos en cualquier lugar del mundo.
Lo vimos esta semana en Japón, donde, ante una decisión soberana y autónoma de elevar la tasa de interés de su banco central, los capitales golondrinos y turistas económicos buscaron otro lugar para refugiarse. Esto es parte de la nueva era de la inversión, en la que cualquier persona con un ordenador y cierta información puede tomar decisiones de inversión sobre instrumentos internacionales.
El problema se manifestó el 2 de junio por la noche, cuando se vislumbró un resultado arrasador por parte del gobierno de la 4T y su continuidad. Los capitales golondrinos avizoraron una oportunidad de mercado, hay que decirlo como es. Aunque los datos muestran que la economía mexicana ha tenido un gran desempeño, ante la especulación y el ventajismo de los inversionistas, hay muy poco por hacer.
Otro gran ejemplo fue la elección presidencial en Estados Unidos, donde cualquier declaración del entonces candidato Trump hacía que los mercados en México y el mundo se movieran al son de lo que la especulación y la usura dictaban.
Al tiempo.