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  • 12 Nov 2025
  • 14:11
  • SPR Informa 6 min

Rosalía y el evangelio del alma moderna: ¿una apóstol del catolicismo contemporáneo?

Rosalía y el evangelio del alma moderna: ¿una apóstol del catolicismo contemporáneo?

Por Héctor Aceves

En tiempos de crisis existencial, polarización y agotamiento espiritual, el nuevo álbum LUX de Rosalía irrumpe como un manifiesto de fe en un mundo turbulento y caótico porque más que un disco, LUX se siente como una epifanía: un acto de revelación en el que Rosalía podría percibirse como una suerte de mesías moderna, mujer, artista y joven, que apela a la desesperación de un mundo envuelto en crisis y se atreve a predicar en medio del ruido que genera el capitalismo.

Porque, ¿cómo explicar que un álbum cargado de simbolismos religiosos, con referencias a una intervención divina como solución a nuestro pesar y como camino para la salvación, haya conmovido tan profundamente a quienes lo escuchan? 

No se trata de sólo estética que romantiza el arte católico o de sonidos que erizan la piel, sino que despierta sin querer cierto tipo de introspección espiritual que pareciera haber estado olvidado y que no pone – metafóricamente – de rodillas para repensar nuestra relación con la fe, la divinidad y el sentido mismo de la vida en una era de consumo desmedido que desemboca en ansiedad y despersonalización. 

Esta reaparición de lo sagrado pareciera no ser casual porque en un contexto dominado por la pérdida de referentes, donde el mercado dicta la moral y el algoritmo sustituye la conciencia, Rosalía emerge como una figura que canaliza el deseo colectivo de redención, haciéndolo desde un lugar inesperado: el arte pop. Su imagen como mujer joven, talentosa, capaz de conectar con públicos de distintas edades, clases, nacionalidades y culturas – encarna la posibilidad de una “nueva evangelización”, una especie de catequesis posmoderna que actualiza los valores de la fe católica en clave contemporánea. 

“Ya no quiero perlas ni caviar / tu amor será mi capital” canta la Rosalía en su canción “Sauvignon Blanc” y con esta simple frase desplaza el paradigma del deseo capitalista para replantear los deseos consumistas y reemplazarlos con amor. Para ella, el capital ya no es el dinero, ni el lujo como los “Jimmy Choos”, sino el amor tácito hacia lo divino; no son los excesos, sino la entrega. Sigilosamente, o quizá con intención perspicaz, propone un desapego de los bienes materiales y una reconciliación con la sencillez, haciendo eco directo al mensaje católico sobre el despojo y la humanidad, pero sin romantizar la pobreza. Su discurso musical sugiere un regreso al recato, a una vida libre del dominio del consumo compulsivo que el capitalismo impone como sinónimo de éxito y felicidad. 

LUX entonces opera como una parábola sobre la redención en tiempos del hiperconsumismo. En un mundo que vende salvación terrenal basado en el poder adquisitivo, Rosalía ofrece una alternativa: la iluminación (lux) que proviene del amor, la introspección y la fe – no necesariamente en Dios, sino en algo superior a la mercancía. Su obra desmonta la fantasía del lujo como horizonte aspiracional y revaloriza lo cotidiano, lo simple, lo íntimo y lo espiritual. 

Al final, alcanzar los estándares del lujo es imposible para la mayoría, y aun así muchos los persiguen, atrapados en la ansiedad del deseo perpetuo. Rosalía, en cambio, invita a transformar esa angustia en contemplación; reconocer que la verdadera plenitud no está en poseer, sino en creer – aunque no sepamos bien en qué. 

En ese gesto que presenta la posibilidad de reencontrarnos con la fe, radica quizá la razón por la que tantos sentimos que LUX nos toca el alma: porque, en medio del vacío contemporáneo, alguien nos recordó que aún es posible sentir y reconectar con lo sagrado. 

Rosalía entonces no sólo sacó un álbum musical, está predicando una nueva espiritualidad. Una que no nace en los templos, sino en los escenarios; que no se rige por dogmas, sino por emociones; y que en lugar de ofrecer salvación eterna, propone redención terrenal. Predica con estética, con sonido, con vulnerabilidad. Nos invita a renunciar a la idolatría del lujo y a reconciliarnos con lo esencial: el amor, la fe, la calma.

Su mensaje no busca convertir, sino despertar. En LUX, Rosalía no actúa como una cantante, sino como una guía: una figura que ilumina con su arte la oscuridad del desencanto contemporáneo. En un mundo saturado de ruido y consumo, ella predica el silencio, la pausa y la introspección como los nuevos actos de fe.

Pero entre discernir si LUX responde a una agenda premeditadamente deliberada o si simplemente surgió como una coincidencia artística que reaviva los sentidos, lo cierto es que Rosalía ha logrado lo que pocos artistas contemporáneos consiguen: detenernos.

Detenernos a escuchar con atención, a reflexionar, a contemplar. Cada verso, cada silencio, cada decisión estética parece tener un propósito casi místico. Escuchar LUX no sólo es oír un álbum; es participar en una experiencia que nos exige presencia, que nos invita a sentir y a pensar con la misma intensidad con la que se mira y se interpreta una obra de arte.