Hace unas semanas, el mundo fue testigo de un fenómeno poderoso y genuino en Nepal. Jóvenes, con la bandera de "One Piece" como estandarte de libertad y resistencia, confrontaron y derrocaron a un gobierno represor. Fue la imagen pura de la indignación juvenil: espontánea, orgánica y surgida desde las entrañas del pueblo. Esa iconografía, cargada de un simbolismo legítimo, parece haber sido tomada como un simple manual de instrucciones por los estrategas de la oposición mexicana.
Y es aquí donde el guión se torció. Lo que en Nepal fue un grito del corazón, en México intenta ser una producción de estudio. Influencers y militantes de partidos de oposición, en un acto de puro oportunismo, han intentado usurpar esa causa legítima para vender, en el mercado de la desesperación, una idea de "hartazgo juvenil" fabricada en laboratorio. Convocaron a una marcha para el 15 de noviembre bajo la etiqueta "Generación Z México", prometiendo un estallido similar.
Sin embargo, la ficción tuvo una vida corta. Pronto, investigaciones y el seguimiento meticuloso de publicaciones revelaron el verdadero cableado del movimiento: no era la voz de los jóvenes, sino la estrategia digitada de partidos conservadores, anti-derechos y nostálgicos del viejo régimen. Los mismos que por décadas se opusieron a las conquistas sociales que hoy el pueblo de México defiende, hoy se visten con la máscara de la novedad y la rebeldía. La reacción no se hizo esperar: grupos estudiantiles y juveniles auténticos alzaron la voz para rechazar esta puesta en escena y deslindarse de una manipulación tan burda.
Ante el fracaso de su narrativa y el riesgo de un fiasco en las calles, los operadores políticos han lanzado su plan B: una convocatoria desesperada que salta de la "Generación Z" a un llamado a "todas las generaciones". El espectáculo es, a todas luces, risible: "Baby Boomers", Generación X y los Millennials. Es un intento patético de llenar con simpatizantes de partido, los únicos que responden a estas consignas, el vacío dejado por los jóvenes que no acudieron al llamado falso.
Pero, como bien lo señaló el filósofo Michel Foucault, hay discursos que, aunque den risa, tienen capacidad de matar. La burla es la reacción inmediata y necesaria ante la farsa, pero no puede ser la última. No debemos subestimar la peligrosidad de esta operación. La deshonestidad de no presentarse como lo que son, militantes de la oposición y sus aliados, los hace cobardes, pero no inocuos. Este disfraz de "ciudadanía indignada" es el caballo de Troya para una agenda clara: la desestabilización del gobierno legítimo de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo.
Aunque la movilización no sea numerosa, no se necesita una multitud para crear un punto de conflicto. Estos grupos, utilizados como carne de cañón en una batalla que no es la suya, pueden servir de chivo expiatorio para que sus operadores en las sombras proclamen, desde sus estudios de televisión y sus tribunas, que "el pueblo" exige derrocar al gobierno actual. Es la vieja táctica del golpismo blando, ahora con hashtags y banderas de anime.
Claro, entiendo perfectamente. Un cierre que evite la autocomplacencia y, en cambio, refuerce la conciencia crítica y la capacidad de acción de los jóvenes es mucho más potente. Aquí tienes una propuesta revisada para ese último párrafo:
La lección es clara. Mientras en Nepal la bandera de "One Piece" representaba la unidad y la valentía de una juventud auténtica, aquí intentan convertirla en un logotipo vacío para un objetivo ruin que busca la desestabilización. Frente a esto, la tarea no es solo reírse, sino desenmascarar. Denunciar que detrás de este circo multigeneracional no hay ideales, sino intereses. No hay futuro, sino nostalgia por un pasado de privilegios y corrupción.
Pero la Generación Z mexicana no es ingenua. Está politizada, informada y es perfectamente capaz de distinguir entre una lucha legítima y una operación de mercadotecnia política. Su rechazo a esta farsa es la primera muestra de su madurez. El reto ahora es no quedarnos en la burla fácil, sino profundizar en la tarea esencial: mantener la alerta, desarticular narrativas perversas con información contundente y, sobre todo, construir desde lo local, desde las aulas y las redes sociales, un muro de contención ciudadana que deje al descubierto, una y otra vez, el verdadero objetivo de estos actores, que buscan revertir las conquistas sociales y desmantelar, por cualquier medio, el proyecto de nación que la mayoría votó para construir.
La verdadera batalla no es en las calles el 15 de noviembre; es en la conciencia de todos los días. Y en esa batalla, la autenticidad, la memoria y la organización popular son nuestras armas más poderosas.