En Cuba se ha presentado una crisis energética sin parangón. Los apagones en las principales ciudades -incluida la capital- y el constante desabasto de combustibles, dan cuenta de una problemática que afecta a miles de familias, comercios, hoteles, hospitales y a un sinnúmero de ocupaciones en la mayor de las Antillas. Ante este escenario tan delicado, la ayuda humanitaria y la solidaridad de los países hermanos no se ha hecho esperar, tal es el caso de México, con el apoyo decidido de la presidenta Claudia Sheinbaum que instruyó al gabinete enviar soporte técnico con el objetivo de coadyuvar en los trabajos para el restablecimiento del sistema eléctrico y la distribución de combustibles. No obstante, el recrudecimiento del bloqueo económico a Cuba por parte de los gobiernos estadunidenses y sus aliados, ha ocasionado una emergencia humanitaria sin precedentes.
La última gran ofensiva imperial del gobierno de Estados Unidos de América a Cuba ha detonado una de las mayores asfixias económicas para la vida del pueblo cubano en lo que va del siglo XXI. Esta nefasta y cruel historia se remonta a 1962, cuando el presidente John F. Kennedy decretó el bloqueo a Cuba. Desde entonces, las hostilidades y maniobras de sabotaje por parte del establishment estadunidense no han cesado, a pesar de las múltiples resoluciones aprobadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas desde 1992, relativas a la Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América a Cuba. En noviembre del año pasado esta resolución fue aprobada por el pleno de la Asamblea General con 187 votos a favor. Como era de esperarse, Estados Unidos e Israel votaron en contra.
Del total de agravios estructurales que EE.UU. ha impuesto sobre la isla a lo largo de más de medio siglo, ninguno le había causado tanto daño como la medida adoptada por la administración de Donald Trump en 2021, al incluir -por segunda vez- a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, elaborada por el Departamento de Estado. En esta lista también se encuentran la República Popular Democrática de Corea, Irán y Siria.
Esta medida ha traído consigo consecuencias fatales para las y los cubanos, afectando gravemente las actividades económicas básicas y la dinámica de la vida cotidiana. Al ser incluida en esta lista, Cuba no puede acceder a préstamos o asistencia económica de instituciones financieras subordinadas a las directrices estadunidenses; se restringieron las operaciones y transacciones bancarias del exterior hacia Cuba; el ingreso de personas cubanas con ciudadanía extranjera se limitó por las disposiciones del Sistema Electrónico de Autorización de Viaje (ESTA), entre otras medidas coercitivas que imposibilitan el desarrollo y el bienestar de los habitantes de la isla.
Cuba se encuentra en una situación crítica. Después del “periodo especial” (1990) detonado por la caída del Muro de Berlín y el fin de la relación política y comercial con la URSS, la isla no había sufrido tiempos tan oscuros. La crisis económica global originada por la pandemia del virus SARS-CoV-2 pegó de manera significativa en la industria turística, que es la principal actividad económica y generadora de divisas en la economía cubana. En suma, el bloqueo que mantiene EE.UU. sobre Cuba desde el triunfo de la Revolución, ha sido -como se lee en las calles de La Habana- “el genocidio más largo de la historia”.
El futuro de Cuba es incierto, la ayuda humanitaria internacional no será suficiente si el bloqueo se mantiene vigente. El resultado de la jornada electoral en Estados Unidos del próximo martes 5 de noviembre marcará el destino y el ritmo de la agenda cubana en la Casa Blanca. Urge la voluntad política de alto nivel para ponerle fin al bloqueo que se ha traducido en una guerra que abarca las esferas económica, financiera, política, cultural, comercial, alimentaria y de amplio espectro contra el pueblo cubano. El heroísmo de Cuba no se apaga.