El 26 de mayo de 1911 salió del Puerto de Veracruz con rumbo a Francia Porfirio Díaz después del estallido de la revolución, ahí se mantuvo exiliado hasta su fallecimiento en julio de 1915. Después de su exilio en México siguieron años de conflicto que llevaron a un nuevo pacto constitucional en 1917 y a un nuevo partido en 1929.
Aunque Porfirio Díaz dejó el país, algunas cosas no cambiaron. Durante el Porfiriato la historia de México se reescribió de una manera eurocéntrica, positivista y liberal, tal como la conocemos ahorita con sus villanos y sus héroes. La colonización como un mal necesario, el siglo XIX en la lógica de liberales contra conservadores y centralistas contra federalistas.
También hubo una fuerte inversión en la arqueología mexicana. El gobierno de Porfirio Díaz patrocinaría las antigüedades y la arqueología para fines estatales y políticos. El gran arquitecto de este proyecto fue Leopoldo Batres a quien se le debe la excavación e inauguración de Teotihuacán, hecha para los ostentosos festejos del centenario de la independencia en 1910.
Mientras que al mismo tiempo, consolidaba el estatus quo de una pequeña elite sobre la gran mayoría de población indígena que había padecido el sistema de haciendas y en ocasiones se había rebelado, sin éxito. Como el caso de la Guerra de Castas en donde el general Ignacio A Bravo fue mandado por el presidente Díaz a Yucatán a terminar la rebelión de los mayas que se habían levantado contra las terribles condiciones de las haciendas henequeneras. Al terminar la rebelión los militares porfiristas fueron premiados con medallas conmemorativas.
No obstante, al finalizar el porfiriato la historia de México no se reconfiguró. Durante el siglo XX, el siglo del partido único, historiadores y arqueólogos afines al régimen continuaron una perspectiva elitista de la historia de México. En donde no solo reafirmaban la historia positivista porfiriana del siglo XIX, sino que perpetuaban esa narrativa histórica.
Asimismo, historiadores y arqueólogos del antiguo régimen de partido único, recibieron durante años puestos, prebendas y financiamiento, continuando así la narrativa porfirista en donde el eurocentrismo y el positivismo siguieron siendo parte del discurso histórico que había sido creados desde el otro lado del atlántico.
Con el restablecimiento de las relaciones Mexico- España en 1977 con el presidente López Portillo, el intercambio académico entre las elites de los países aumentó, el discurso hispanista sobre la conquista y la historia se fueron reafirmando, mientras el pueblo mexicano y español respectivamente se distanciaba más de las elites neoliberales.
Dichos intelectuales criticaron mucho la Cuarta Transformación, pues desde el discurso histórico elitista no cabía un gobierno emanado del pueblo con una historia desde abajo.
Para crear una nueva historia de México hay que replantear la historia positivista y euro centrista, tomando la importancia histórica del verdadero pueblo mexicano en su lucha.