El pasado lunes 6 de octubre, Sébastien Lecornu presentó su dimisión al cargo de primer ministro, solo medio día después de haber presentado un gabinete que incluyó a políticos recurrentes de la centro derecha europea y del macronismo. Lecornu había sido nombrado primer ministro por Emmanuel Macron el 9 de septiembre de 2025, después de la derrota del voto de confianza que sufrió François Bayrou ante la Asamblea Nacional el 8 de septiembre. Previamente, Lecornu había detentado el cargo de ministro de las Fuerzas Armadas de Francia durante los gobiernos dirigidos por Borne, Attal, Garnier y Bayrou (2022-2025), así como otros cargos de gabinete durante los gobiernos dirigidos por Castex y Philippe, lo que lo hacía un incondicional de Macron. Con esta decisión, Sébastien Lecornu se había convertido en el primer ministro con la gestión más corta desde la instauración de la Quinta República en 1958, un sello indiscutible de las personas que han ocupado este cargo durante el segundo gobierno de Emmanuel Macron (cuatro de las cinco gestiones más cortas se han desarrollado durante la segunda administración de Macron iniciada en 2022: Lecornu con 27 días, Barnier con 99 días, Attal con 240 días y Bayrou con 270 días). También, con esta decisión, Lecornu se había transformado en el quinto primer ministro en menos de dos años (Borne, Attal, Barnier, Bayrou y Lecornu).
Como se mencionó previamente, el domingo 5 de octubre de 2025 Lecornu presentó un gabinete que mostraba una tendencia hacia el continuismo con el gobierno saliente presidido por el líder del Movimiento Demócrata, François Bayrou. El gobierno propuesto por Lecornu incluía a Élisabeth Borne (Renaissance) como ministra de Educación, Bruno Retailleau (Republicanos) como ministro del Interior, Gérald Darmanin (Renaissance) como ministro de Justicia, Manuel Valls (Renaissance) como ministro de Territorios de Ultramar, Annie Genevard (Republicanos) como ministra de Agricultura, Rachida Dati (Republicanos) como ministra de Cultura, Jean-Noël Barrot (Movimiento Demócrata) como ministro de Asuntos Exteriores, Catherine Vautrin (Renaissance) como ministra de Trabajo, Agnès Pannier (Renaissance) como ministra de Ecología, Amélie de Montchalin (Renaissance) como ministra de Cuentas Públicas y Philippe Tabarot (Republicanos) como ministro de Transporte. Todos estos perfiles habían pertenecido previamente al gobierno presidido por Bayrou y todos forman parte de las formaciones políticas con las que Macron ha intentado formar gobierno: Renaissance (partido al que pertenece Macron), Los Republicanos y el Movimiento Demócrata (partido que dirige Bayrou).
Resalta, además, que solo hubo cambios en cinco de las catorce carteras fundamentales del gobierno. Sin embargo, dos de los nuevos nombramientos realizados por Lecornu pueden ser considerados realmente como recuperaciones de figuras clave del macronismo: Bruno Le Maire (Renaissance), quien fue nombrado como ministro de las Fuerzas Armadas y quien había ostentado previamente el cargo de ministro de Economía durante los gobiernos de Philippe, Castex, Borne y Attal, y el de Agricultura durante el gobierno de Nicolas Sarkozy; así como el nombramiento de Roland Lescure como ministro de Economía, quien previamente había sido ministro delegado de Industria durante los gobiernos de Borne y Attal (sucediendo a la gestión de Agnès Pannier). Solo tres de los nombramientos parecen romper con los perfiles clásicos de los gabinetes macronistas: Naïma Moutchou (Horizons), Marina Ferrari (Movimiento Demócrata) y Éric Woerth (Renaissance), aunque estos tres nombramientos también se encuentran dentro de las posiciones de centroderecha en el espectro político francés. Dada la relevancia de estas carteras y la posición centrista de los nombramientos, es posible decir que el gobierno de Lecornu apostó por el continuismo en un ambiente definido por la crisis política.
Después de la renuncia del primer ministro, Macron dio un plazo de 48 horas para que Lecornu intentará formar un nuevo gobierno que pudiese generar la anhelada estabilidad que Francia viene buscando desde las elecciones legislativas de julio de 2024 y encomendó la tarea al primer ministro saliente de realizar consultas a los diferentes partidos políticos que componen la Asamblea Nacional con el objetivo de evaluar la posibilidad de formar un nuevo gobierno. Lecornu concluyó al final de sus consultas la existencia de una plataforma de estabilidad y posibilidad para poder avanzar en los proyectos que se encuentran detenidos por la crisis política, aunque mencionó que la mayoría de los partidos son presa de supuestos “apetitos partidistas”. El tema central de las consultas fue la posibilidad de proseguir con un acuerdo para la definición presupuestal y la resolución de la crisis de deuda en Francia. Al respecto, Lecornu señaló que existe voluntad por parte de la mayoría de las fuerzas políticas para llevar adelante esta tarea, pero que hay muchos temas que debatir antes de llegar a un acuerdo. Lecornu señaló también que, de no lograrse concretar un proyecto de presupuesto para finales de este año, los efectos para la administración francesa podrían ser perjudiciales.
Dada la conclusión de las consultas, el pasado miércoles 8 de octubre, Macron señaló que iba a nombrar a su próximo primer ministro en un plazo de 48 horas (lo que le daría espacio hasta el viernes 10 de octubre). También adelantó en esta comunicación que no existía la posibilidad de un adelanto electoral legislativo como el que tuvo lugar a mediados de 2024. Una de las medidas que Lecornu señaló como necesaria para poder establecer un próximo gobierno y una alianza con las fuerzas políticas de izquierda en Francia fue la eliminación de la Reforma de Pensiones impulsada por el gobierno de Macron en 2023. Los señalamientos de Lecornu y la estrategia política de Macron abrieron nuevas expectativas a la posibilidad de un nombramiento de izquierda para encabezar la Asamblea Nacional, una exigencia que diversos sectores de la sociedad francesa vienen reclamando desde la elección anticipada de 2024.
Diversos miembros de la política francesa reaccionaron a la serie de eventos que tuvieron lugar durante la primera mitad de esta semana. Por un lado, la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, expresó su voluntad de bloquear cualquier gobierno y se posicionó a favor de llamar a nuevas elecciones anticipadas. En su cuenta de X, Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha Agrupación Nacional, ha expresado: “Le choix de ce gouvernement à l’identique, assaisonné de l’homme qui a mis la France en faillite, est pathétique. Les bras nous en tombent…” (La elección de este gobierno idéntico, aderezado con el hombre que llevó a Francia a la bancarrota, es patética. Nuestros brazos caen). Por su parte, La Francia Insumisa se muestra dudosa respecto a la voluntad del partido de gobierno de suspender la Reforma de Pensiones de 2023, misma que fue liderada por Élisabeth Borne, figura clave de los últimos dos gobiernos alineados con el oficialismo. Aunque Borne se mantiene positiva ante la idea de la cancelación de esta medida polémica de su gobierno, por otro lado, Lescure ha mencionado cuáles podrían ser los efectos negativos de esta medida, lo que ha generado dudas sobre la voluntad de cancelación del actual gobierno en diversos grupos políticos. Los miembros del Partido Socialista y de Los Verdes han reclamado la necesidad del nombramiento de un primer ministro emanado de la izquierda como la única vía para superar el estancamiento en el que se encuentra la política francesa en la actualidad. La líder de Los Verdes expresó que este gobierno nunca había estado tan cerca del nombramiento de un primer ministro de izquierda.
Dos antecedentes son fundamentales para comprender los orígenes de la crisis política que vive Francia actualmente. En primer lugar, se encuentra la Reforma de Pensiones impulsada en enero de 2023, cuando Élisabeth Borne era primera ministra. Desde los inicios de su gobierno, Macron y sus cercanos se mostraron críticos ante el antiguo sistema de pensiones, que consideran deficiente debido a la alta presión financiera derivada del envejecimiento poblacional. Entre los puntos que proponía esta medida se encontraba elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años de forma gradual, la fijación de 43 años de contribución para poder recibir la totalidad de la pensión, pensiones aseguradas por un valor equivalente al 85% del salario mínimo para aquellas personas que hayan cotizado el mínimo legal, modificaciones estructurales sobre los regímenes especiales y el establecimiento de medidas especiales para una jubilación anticipatoria. Entre los grupos que se opusieron a la Reforma Pensional de 2023 estuvieron los sindicatos franceses, los partidos políticos representantes de la izquierda francesa, incluida la Nueva Unión Popular, Ecológica y Social (liderada por Jean-Luc Mélenchon), y el partido de extrema derecha Asamblea Nacional (aunque no todas las razones de su desacuerdo coincidieron con las de los sindicatos y los partidos de izquierda). La propuesta de reforma generó fuertes debates al interior de la Asamblea y sólo consiguió su aceptación por medio de la activación del artículo 49 de la Constitución Francesa de 1958, que refiere a la aprobación de un proyecto de ley sin necesidad de una votación al interior de la Asamblea Nacional. Aunque el grupo de Macron logró hacer pasar esta reforma, el costo político fue muy alto y favoreció la pérdida de apoyos por parte de diversos sectores sociales.
En segundo lugar, el otro antecedente fundamental para comprender la actual crisis política que vive Francia fueron las elecciones legislativas anticipadas de 2024, después de la grave derrota que sufrieron los partidos cercanos al macronismo en las elecciones para escoger a los representantes franceses al Parlamento Europeo celebradas en junio de 2024. En Francia, la elección de la Asamblea Nacional responde a un sistema uninominal organizado en dos vueltas. En el sistema francés se compite por 577 escaños que representan a cada distrito electoral. Las reglas electorales establecen que, para ganar la elección en primera vuelta, es necesario obtener el 50% de los votos con una participación del 25% de los inscritos. Si esas condiciones no se cumplen, en segunda vuelta pueden participar todos los candidatos que hayan obtenido más del 12.5% de los votos inscritos. En la segunda vuelta prima un sistema de mayoría simple para determinar al ganador. Las elecciones de 2024 fueron sintomáticas, ya que en la primera vuelta la extrema derecha obtuvo 31% de los votos. Para evitar una Asamblea Nacional con una fuerte composición de los grupos radicales franceses, en los diferentes distritos electorales del país se procedió a una alianza entre la centroderecha y la izquierda. El resultado de este escenario fue una victoria para el Nuevo Frente Popular, la alianza de izquierda de Francia, pero acompañada de una Asamblea Nacional fragmentada en tres grandes bloques. Desde la conformación de este órgano legislativo, diversos sectores sociales han esperado el nombramiento de un primer ministro emanado de la izquierda, dado que normalmente la figura del primer ministro se otorga a un político de la tendencia mayoritaria (puede no ser miembro de la Asamblea). Sin embargo, Macron se ha negado a la posibilidad de un gobierno de cohabitación.
Después de dos días de altas expectativas, la noche del 10 de octubre Macron anunció que Lecornu regresaba al cargo de primer ministro. Lecornu aceptó el cargo señalando que lo hacía por deber y que haría todo lo posible por entregar un presupuesto para finales de año. Lecornu señaló también que su nuevo gabinete encarnaría dos elementos: renovación y diversidad de habilidades. Es posible que este nuevo gabinete busque incluir a figuras de la izquierda francesa, específicamente a miembros del Partido Socialista y de Los Verdes; una inclusión de La Francia Insumisa es algo que aún parece muy lejano. Por su parte, las dos agrupaciones más férreas de la oposición han manifestado que desean la dimisión de Macron (La Francia Insumisa) o una nueva convocatoria a elecciones anticipadas (Agrupación Nacional). Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, señaló en su cuenta de X que unas “elecciones presidenciales anticipadas nos permitirán superar el dañino y absurdo enfoque macronista”, mientras que Marine Le Pen afirmó en la misma red que el voto de censura es necesario y la disolución (de la Asamblea) es esencial más que nunca. Además, amenazó con que los partidos políticos que ayudaron a Macron a ganar tiempo rendirán cuentas en las próximas elecciones.
La renuncia y posterior reelección de Sébastien Lecornu sintetizan con nitidez la crisis de gobernabilidad que atraviesa Francia y la erosión progresiva del macronismo como fuerza articuladora del sistema político. La dificultad para construir mayorías estables, la resistencia de Emmanuel Macron a aceptar una cohabitación con la izquierda y la persistente fragmentación de la Asamblea Nacional han convertido el ejercicio del poder en un proceso de equilibrio precario, sostenido más por la inercia institucional que por un consenso real. La sucesión acelerada de primeros ministros y el carácter continuista de los gabinetes muestran la ausencia de una estrategia política renovadora capaz de responder al agotamiento del centro liberal y a las demandas de recomposición social que emergen tras años de tensiones.
El regreso de Lecornu al Hôtel de Matignon no representa una solución a la crisis, sino una prórroga de la misma. Su nuevo mandato enfrenta el reto inmediato de aprobar un presupuesto que evite el colapso administrativo del Estado y, al mismo tiempo, de tender puentes hacia una izquierda que desconfía de la voluntad reformista del gobierno. Sin embargo, la incapacidad de Macron para abrir verdaderamente el espectro político podría agudizar la polarización y alimentar las aspiraciones de la extrema derecha, que continúa consolidándose como la principal beneficiaria del desencanto ciudadano. Francia parece atrapada en un ciclo de inestabilidad donde las soluciones institucionales son, paradójicamente, las mismas que perpetúan la crisis. En este contexto, la figura de Lecornu simboliza no tanto una renovación, sino la persistencia de un modelo político exhausto que intenta sobrevivir en medio de un laberinto cada vez más estrecho.