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6 min Este domingo 1 de junio, el pueblo de México fue convocado a elegir 881 cargos del nuevo poder judicial del país. Sí, convocados nuevamente a las urnas apenas unos meses después de la elección más grande de la historia. La idea de que la vida pública se haría cada vez más pública no era un simple eslogan de campaña. Desde el inicio del sexenio anterior, un componente común de las políticas públicas y la narrativa ha sido someter a escrutinio popular grandes decisiones en este país. Y aquí está el detalle en el que la oposición ha intentado enfatizar para denostar este proceso: el porcentaje de participación ciudadana en el mismo.
Se ha argumentado que la elección fue una farsa, dado que solo participó el 13.32% del padrón electoral, poco más de 13 millones de personas. Recordemos, algo parecido se repitió hasta el cansancio en 2021 con la consulta sobre el juicio a expresidentes, que tuvo poco más del 7% de participación, y un año después con la consulta de revocación de mandato a la que se sometió el expresidente Andrés Manuel López Obrador, con un 18% de participación ciudadana. Los cuestionamientos no se hicieron esperar: si el expresidente gozaba de tanta popularidad, ¿por qué no se reflejó en la participación en las urnas?
Ya conocemos la narrativa: se realiza una estrategia mediática previa al proceso llamando a no participar para posteriormente demeritarlo, comparándolo con algún otro índice, ya sea de aprobación o de votación. Como si el sondeo de aprobación de un mandato popular que se hace por redes sociales o telefónicamente debiera reflejar exactamente la misma participación en las calles. La realidad es otra, y lo sabemos bien.
El gran reto ha sido desde hace años que lo público se haga más público, que la gente siga saliendo a las plazas públicas a informarse y discutir sobre distintos temas para combatir esa vieja idea de que la única democracia posible era la representativa. Una elección es la culminación de un proceso que implica necesariamente amplios momentos de difusión, reflexión y organización en torno a un tema. Es decir, la idea no es que la gente salga y vote sin más, con la finalidad de justificar una decisión ya tomada en cúpulas, como la narrativa de oposición quiere comunicar, sino que entendamos por qué esa elección es necesaria y por qué es importante participar llamando a más personas a participar.
Esta elección fue complicada por diversos motivos ya dichos también hasta el cansancio, el pueblo enfrentó un gran reto por primera vez y aunque el escenario no es el ideal, el proceso es de largo alcance: lo público se resiste a hacerse más público. Lejos del desánimo debemos esforzarnos más en la encomienda histórica, pues definitivamente que el nuevo poder judicial haya sido electo por más de 13 millones de personas es una victoria, mucho mejor que ser electo en lo oscurito por un grupo de personas y sus intereses, como se acostumbraba en este país.
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